lunes, 26 de diciembre de 2011

Las bombas del Ministro por Javier Dale Becedóniz. La Vanguardia

Como ya han pasado unos días desde que los ministros del gabinete de Rajoy asumieron el mando quizá este post esté fuera de lugar, o al menos fuera del latido de la actualidad. Pero me permitirán que, como tantos, diga la mía al respecto: supongo que en este mundo de titulares al minuto los famosos 100 días de cortesía para el gobernante es algo demasiado siglo XX como para tener sentido.

Bien. España, como país, se siente más cómoda en las sombras que en las luces, lo que no es necesariamente un defecto. Una prueba de ello es que tras el nombramiento de los ministros la red se llenó de comentarios sobre su lado oscuro: desde De Guindos y su relación con Lehman Brothers a Wert y sus opiniones acerca de, básicamente, todo.

Por supuesto, también se habló del nuevo titular de Defensa, Pedro Morenés, quién había ejercido de consejero en Instalaza, una empresa destinada a la fabricación de armamento. Decía Ignacio Escolar en su blog que la empresa “fabricaba, entre otras cosas, bombas de racimo. Instalaza quebró precisamente cuando se prohibieron este tipo de armas. Antes de echar el cierre, esta empresa tuvo tiempo de vender bombas de racimo a Libia. Hace unos meses, Gadafi las usó”.

Y es cierto, rotundamente cierto. Pero faltan elementos en el escenario.

En efecto, Instalaza vendió bombas de racimo que el Ejército libio utilizó contra población civil en Misrata, tal y como informó The New York Times. ¿Cuándo se vendieron? Como quiera que España se adhirió a un tratado contra este tipo de armamento diciembre de 2008, antes de esa fecha. ¿Cuál parece la fecha más propicia para la venta? El 17 de diciembre de 2007. Ese día, el entonces presidente Zapatero se reunía con Gadafi y firmaba un acuerdo de inversiones por valor de 17.000 millones de dólares que La Vanguardia desglosó en su edición del 18 de diciembre de 2007. Una de las partidas suponía el ingreso de 2.000 millones de euros en el terreno de la defensa y del sector aeronáutico. Tiene sentido que las bombas de racimo de Instalaza, las del actual ministro de Defensa, llegaran a manos de Gadafi en virtud de ese acuerdo.

(Por cierto: la víspera de su reunión con Zapatero, Gadafi cenó con Aznar. Morenés había sido secretario de Estado de Defensa cuando el ex presidente gobernó. Tras reunirse con Zapatero, el fallecido dictador libio se encontró con diversos empresarios españoles -¿Algún representante de Instalaza, quizá?-, recibió las llaves de la Villa de Madrid de manos de su entonces alcalde y hoy ministro de Justicia, Alberto Ruiz-Gallardón, y almorzó con el Rey Juan Carlos)

(Y nuevo por cierto: aquélla de 2007 fue la última visita de Gadafi a España. Pudo haber otra en 2009, pero no fructificó: la Junta Islámica, con sede en la provincia de Córdoba, y la Universidad de la capital califal invitaron al dictador a pronunciar en dicho centro una conferencia sobre la Alianza de Civilizaciones. El entonces alcalde de Córdoba, Andrés Ocaña –de Izquierda Unida, para quien no lo sepa- se mostró abierto a colaborar con las instituciones precisas para que tal visita se llevara a cabo. Finalmente, no pudo ser).

Pero aún hay más: apenas seis meses después de la visita de Gadafi a España, y de la rúbrica del acuerdo que intercambiaba inversiones por, entre otras cosas, material de defensa, la entonces recién nombrada ministra de Defensa, Carme Chacón, suscribía un acuerdo para que España dejara de fabricar bombas de racimo. En diciembre de aquel 2008, la hoy aspirante a secretaria general del PSOE anunciaba que para junio de 2009 España ya no tendría bombas de racimo en su arsenal. Y añadía una cruda definición de este tipo de armamento: “Es una pena de muerte sin sentencia”.

“Una pena de muerte sin sentencia”. Duras palabras de Chacón que no evitaron, claro, que sus predecesores en el cargo las vendieran. Dichas bombas, bajo la eufemística descripción de MAT-120, aún figuran en el catálogo digital de Instalaza, aunque con la aclaración, en destacada mayúscula, de que se trata de una “Munición de racimo prohibida por decisión del Consejo de Ministros de España de 11 de julio de 2008, y la posterior firma del texto de la Convención de Oslo el 3 de diciembre de 2008”.

Visto en perspectiva, sobre el escenario tenemos un material asesino en vías de ser prohibido vendido a un dictador criminal por un Gobierno socialista a través de una empresa que incluía en su consejo a un ex Secretario de Estado del PP que, con el tiempo, se convertiría en ministro de Defensa. Un enjuague en toda regla que toca todos los palos de la política y que pringa a quien lo roza. Y que nadie se engañe: pensar que Gadafi compraba bombas de racimo con afán de coleccionista o para contemplar su brillo bajo las puestas de sol de Trípoli es de ser muy cínico o muy idiota. Y no creo que ninguno de los aquí mencionados sea idiota.

Ya lo ven. Las bombas del ministro. De más de uno. De todos, en realidad.

Javier Dale Becedóniz | diciembre 26, 2011. En La Vanguardia Blogs: http://blogs.lavanguardia.com/cajon-de-sastre/2011/12/26/las-bombas-del-ministro/